«Permite que sea tu respiración la que dirija el movimiento de tu espalda. Con la primera gota de aire, se mueve la pelvis y el sacro. Y con la última gota de aire, se mueve la cabeza» Fueron las palabras que escuchó Yoguina Prema de su Maestro mientras realizaba el âsana Chakravakâsana, la postura del gato, en dinámico, siguiendo el ritmo de su respiración.

A Yoguina Prema le gustaba también aquella comparación de sentir su espalda como si fuera un tren y cada vértebra era un vagón de aquel imaginario tren, movido por el impulso del aire, de su respiración.
El movimiento nacía en su sacro (pelvis) y ascendía para terminar con un movimiento en su cabeza. Al inspirar, extendía toda la espalda; al espirar, la flexionaba. Y verdaderamente, al finalizar la repetición de este âsana, se sentía más descargada, con menos tensión en su espalda, llena de flexibilidad y movilidad.

Era curioso cómo se somatizaban las emociones de baja vibración en diferentes partes de su espalda. Así, cuando estaba sintiendo miedo o inseguridad por algún aspecto de su vida, la zona que tenía más dolorida era la lumbar: la sentía más rígida, con menos movilidad y fluidez, incluso, a veces, tenía calambres y hasta llegó a padecer el molesto dolor del nervio ciático, que se desplazaba hasta la rodilla o el pie desde la cintura. Le costaba llegar a soltar esa tensión, pero se  concentraba en la respiración y el movimiento, ponía la intención en descargar toda aquella tensión provocada por sus miedos e inseguridades, y lo conseguía. Incluso le venían a modo de intuición imágenes, pensamientos, ideas, para solucionar esa situación que le producía miedo o inseguridad. Era como estar abriendo una puerta para asomarse y ver el contenido de aquel espacio en su cuerpo y descubrir el para qué y el cómo cambiar lo que fuera necesario.

Cuando su mayor preocupación y estrés venían por el trabajo, sentía el cuello, las cervicales, cómo llegaban incluso a crujir cuando conseguía romper la rigidez muscular. Era como si hubiera contenida entre sus vértebras arenilla. Colocaba un pensamiento semilla en su mente de «yo puedo con esta situación», «soy capaz de desarrollar este trabajo con eficacia», «tengo las herramientas necesarias para lograrlo», «confío en mi sabiduría interior»… Y esa arenilla se desvanecía, como si fuera azúcar derritiéndose en un vaso con agua.

En otras ocasiones, sus preocupaciones venían por el «mal de amores» y, entonces, sentía el bloqueo en la zona dorsal de la espalda, entre las escápulas. Prestaba atención. Respiraba pro-fundamente, otorgando al movimiento la mayor flexibilidad y soltura posible, y se abría aquella puerta hacia la solución: una palabra, un gesto, un sentimiento…

Siempre le venía una respuesta cuando movía su cuerpo, cuando escuchaba la melodía que éste hacía sonar con el movimiento de las vértebras de su espalda, de cada vagón de aquel tren,

viajando por parajes conocidos y también desconocidos para Yoguina Prema.

 

Y tú… ¿Qué sientes al mover tu espalda? ¿Al estar «viajando en tren»?

 

Ana Prano Yoga, clase de Yoga en Sevilla

× ¿Cómo puedo ayudarte?
Ir al contenido