Su Maestro empleaba como preparación para Virabhadrâsana I la combinación en dinámico de Uttanâsana con Ardha Uttanâsana. Al espirar Yoguina Prema se flexionaba todo cuanto podía hacia sus piernas bien estiradas. Al inspirar, flexionaba un poco sus rodillas para extender mejor su espalda, apoyando las manos contra el suelo por delante de sus pies. Con un ritmo fluido, conseguía despertar la energía y el tono muscular en sus piernas, espalda y abdomen.

En ese instante de la serie, comenzaba «la batalla espiritual» que consistía en aflojar todas las resistencias en los diferentes planos:

  • A nivel físico, estirando toda la parte posterior de las piernas y la espalda, soltando las tensiones y fortaleciendo las piernas y el tono abdominal.

—Escucha tu cuerpo… Dale el espacio y el ritmo que necesita para trabajar desde el equilibrio entre el esfuerzo y la comodidad, respetando tus límites, sin forzar… Incrementa la intensidad poco a poco, desde la escucha consciente de todo tu cuerpo— Las palabras de su Maestro   acentúan la intención del ejercicio que ejecuta Yoguina Prema con calma.

  • A nivel emocional, se conectaba con la cualidad de la flexibilidad, la fluidez y el desapego.

—Aprende a soltar aspectos del pasado… acércate desde la humildad de «quién soy» (con mi luz y mi sombra)… Abrázalas a ambas por igual. Al inspirar dejas entrar todo el haz de luz de tu Ser. Al espirar abrazas tu sombra con amor y compasión.

  • A nivel mental, identificar la charla interna:

— Escucha los mensajes internos que te estás diciendo… Observa cuál tipo de vibración despiertan en ti ¿Son de empoderamiento? ¿Aumentan tu autoestima? Escúchate.

Después de una pausa, continúa su discurso:

— Concentra ahora tu pensamiento en el mantra SO HAM, YO SOY. Repítelo mentalmente mientras realizas la secuencia, dejando pasar el resto de pensamientos, sin identificarte con ellos.

Después de unas doce repeticiones, su Maestro le daba la señal de parar y colocarse en Virabhadrâsana I desplazando la pierna izquierda hacia atrás.

Era importante mantener la alineación de los pies y las caderas hacia el frente, así como la flexión de la rodilla derecha alineada justo por encima del tobillo. A veces, Yoguina Prema necesitaba agrandar un poco más el paso previo, para encontrar esa alineación y estabilidad. El trabajo con la precisión garantizaban el éxito en la postura, en esa batalla espiritual que comenzaba a librarse en el interior a través de la conexión con su guerrera interior de luz.

—Eleva tu espalda… En una inspiración la expandes, abres el pecho para dar más espacio a tu corazón… Conecta con la base de Virabhadâsana I: la pelvis, como centro de almacenaje y distribución de la energía, del prâna, así como tu centro de gravedad, para poder mantener el equilibrio sin esfuerzo, sin tensión, desde esa fluidez que otorga la entrega sincera a lo más elevado que hay en ti… Eleva tus brazos y alza tu vista. Respira con profundidad. Conecta con tu Guerrera de Luz que destruye las barreras, los bloqueos, los miedos, etc. Que te llena de valor y fuerza para superar los retos de la vida.

Yoguina Prema sentía la fuerza que hacían sus piernas. Al principio, era muy intensa esa fuerza, pero a medida que respiraba y ganaba confianza en sí misma, conseguía relajarse sin perder el tono suficiente para mantenerse enraizada. Observaba la alineación de sus hombros, para que le permitiese poder girar el cuello, con espacio en el cuello y apertura en el pecho.

A ella le ayudaba visualizar un sol encima suyo. Desde su voluntad, representada en la actitud de sus brazos y manos, absorbía la energía del sol. Imaginaba cómo se iba llenando todo su cuerpo, recargándose de fuerza, voluntad y vitalidad. Su propósito ya no estaba vetado por el miedo o la inseguridad:

¡Había ganado la batalla espiritual!   

La voz de su Maestro pautaba el momento de deshacer la postura y regresar a Uttanâsana para hacer de nuevo doce repeticiones en dinámico la secuencia anterior y pasar luego a Virabhadrâsana I, cambiando de pierna.

Yoguina Prema podía identificar cómo había momentos en los que le costaba más centrar su atención en un lado que en el otro, o el tipo de resistencias que encontraba eran diferentes dependiendo del lado en el que estaba realizando la postura. Podía constatar la dualidad dentro de sí, su lado solar y lunar, yang y yin.

Después de cada sesión, se sentía más equilibrada, armonizada, centrada. Había descubierto los tres puntos clave de la lucha espiritual: aceptarserespetarse y valorarse en todo momento, sin importar en qué lado de la dualidad se encontrase (de luz o sombra, del bien o el mal).

 

Ana Prano Yoga, clase de Yoga en Sevilla

× ¿Cómo puedo ayudarte?
Ir al contenido