Cada vez que yoguina Prema coloca su cuerpo en la postura de Tadâsana, la montaña, se hace la misma pregunta:
¿Qué siente una montaña?
Su Maestro le guía con sus palabras hacia la conquista de Tadâsana. Se trata de escalar la montaña desde su falda hasta la cima. No es suficiente con dejar su cuerpo eréctil e inmóvil sin más.
—Presta atención al recorrido de tu cuerpo. Parte desde tus pies, tobillos, rodillas, pelvis, diafragma, pecho, hombros, brazos, manos, cuello y cabeza. Segmento por segmento, para percibir después la globalidad. Acomódate en esta axialidad al alcanzar el equilibrio entre la tierra (tus pies) y el cielo (tu cabeza), entre delante (tu propósito) y detrás (tu carga del pasado). Permite con tu respiración relajar y soltar los músculos y las zonas de tu cuerpo que están más tensas… Lleva tu mirada hacia el horizonte, un punto fijo que se amplía y reduce hasta quedar concentrado en tu presencia, en el aquí y el ahora.
Con esta explicación, la voz de su Maestro le introduce hacia Tadâsana.
Yoguina Prema se maravilla al llevar todos los dedos de sus pies hacia arriba y sentir cómo le facilita este gesto a que se abran más, para disponer de más espacio y poder percibir, al bajarlos, cómo cada yema de los dedos se agarra con fuerza en la esterilla (en la tierra) y se despierta una fuerza en espiral, desde abajo hacia arriba, que envuelve sus piernas. Con un suave balanceo hacia delante y hacia atrás, reparte el peso de su cuerpo y se hace consciente también de la carga que reposa sobre sus talones. Lo compensa con el de sus dedos de los pies, hasta encontrar un equilibrio, que le proporciona estabilidad. También balancea el peso de su cuerpo hacia los lados, sintiendo la cara interna y externa de los pies, hasta situarse de nuevo en su centro de equilibrio.
—Balancea suavemente el peso de tu cuerpo hasta encontrar tu centro de gravedad: ni demasiado delante ni demasiado detrás, ni demasiado hacia la derecha ni demasiado hacia la izquierda. Conecta con tu axialidad.
Yoguina Prema sigue con atención las indicaciones de su Maestro. La primera etapa del ascenso a la montaña ya está cubierta.
La segunda etapa se ubica en la zona de las rodillas y en la pelvis.
Necesita conseguir que no estén ni demasiado tensas ni demasiado dobladas para conseguir que la pelvis bascule y también se alineé con su centro. Esta proyección permite que la energía fluya libremente, sin esfuerzo ni tensión.
La tercera etapa comienza en la zona lumbar, exige una máxima atención para respetar su curvatura natural, para conseguir proyectarla y descargar las tensiones acumuladas. Es imprescindible tomar consciencia de la respiración abdominal y adquirir tono en esta musculatura, incluso activar el suelo pélvico (el trabajo de enraizamiento coge aún más fuerza y vitalidad desde este punto de atención); una segunda zona de esta etapa se centra en la caja torácica y en el diafragma, aquí la respiración necesita ser lo suficientemente intensa para movilizar las costillas, expandirlas al inspirar y contraerlas al espirar, beneficiándose todos sus órganos internos de este masaje estimulante; y la tercera zona se centra en la cintura escapular y clavicular, la rotación de los hombros hacia atrás permitía un espacio amplio en la zona alta del pecho, así como la proyección de los brazos hacia el suelo, con los dedos de las manos activados en esa justa medida entre intensidad y abandono.
La cuarta etapa transcurre desde las cervicales hasta la coronilla. Sentir la curva natural del cuello y cómo se va alargando sin esfuerzo, poniendo atención en la sensación de ligereza de la cabeza.
—Siente tu cabeza como si fuera un globo, ligera… elevándose hacia el cielo —continúa diciendo su Maestro—. Relaja tu boca, sin apretar los dientes.
Yoguina Prema consigue soltar la tensión acumulada en las mandíbulas apretadas.
Con movimientos sutiles en la cabeza, al igual que hizo con el reparto del peso en los pies, ahora los repite con la cabeza: delante, detrás, izquierda y derecha. Hasta encontrar el equilibrio.
—Lleva tu mirada hacia el horizonte, un punto fijo que se amplía y reduce, hasta quedar concentrado en tu presencia, en el aquí y el ahora —El Maestro hace una breve pausa antes de continuar con sus indicaciones—: Al inspirar, conecta con la energía del cielo, cómo recorre todo tu cuerpo: desde la cabeza hasta los pies (enraizándote más profundamente). Al espirar, conecta con la energía de la tierra, cómo recorre tu cuerpo: desde los pies es impulsada por el bajo vientre, y vértebra a vértebra asciende por tu columna vertebral; hace crecer (elevarse ligera) aún más tu cabeza… En el centro, tu corazón se expande, en ese dar y recibir rítmicamente, sin esfuerzo ni tensión…
»Deja pasar tus pensamientos como si fueran nubes pasajeras, sin identificarte con ellas. Lleva tu presencia a ese observador consciente y silencioso.
Yoguina Prema reconoce sus limitaciones. Algunos días consigue integrar la postura de tal manera que siente su cuerpo cómodo en la estática, sostenido en el equilibrio, en su centro. Pero su mente viaja lejos de aquella sala, condicionada por sus preocupaciones, problemas o dudas e inseguridades.
Entre pensamiento y pensamiento, a veces consigue un atisbo de presencia total con la globalidad y llega esa sabiduría que sólo nace con la experiencia, a base de mucho practicar. Logra integrar la quietud aparente de su cuerpo junto al movimiento sutil de su respiración y la circulación de la sangre, del latido de su corazón. Cuanto más profunda es la respiración, menos fluctúa su mente y más presencia gana. Puede integrar la sensación de solidez junto a proyección y expansión que le otorga la postura de Tadâsana.
«¿Será esto lo que siente una montaña?»
«¿Una parte de solidez y quietud, pero a la vez acompañada por la fluidez y el movimiento sutil del latido del corazón?»
«¿Sentirá la montaña las cosquillas de los riachuelos recorriendo su falda? ¿Sentirá el gozo de albergar tanta vida en sí misma? ¿Será su misión la de acercarnos a nosotros más hacia el cielo?»
«¿Qué siente una montaña?»